Umberto Eco. La isla del día de antes.
jueves, 16 de febrero de 2006
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"...¿no era acaso renovar el error del primer pecador querer violar la virginidad de la Isla? Justamente, quizá la Providencia habíale querido casto testigo de una belleza que no habría debido turbar jamás. ¿No era ésta la manifestación del amor más cabal, tal y como se lo profesaba a su Señora, amar de lejos renunciando al orgullo del dominio? ¿Es amor el que aspira a la conquista? Si la Isla debía aparecérsele como una sola cosa con el objeto de su amor, a la Isla debía el mismo recato que a éste había donado. Los mismos frenéticos celos que había experimentado cada vez que había temido que un ojo ajeno hubiera amenazado aquel santuario de la esquivez, no debían entenderse como pretensión de un derecho propio, sino como negación del derecho de cada uno, tarea que su amor imponíale como guardián de aquel Grial. Y a la misma castidad debía sentirse obligado con respecto a la Isla que, cuanto más anhelaba llena de promesas, tanto menos habría debido querer tocar. Lejos de la Señora, lejos de la Isla, de ambas habría debido sólo hablar, queriéndolas inmaculadas para que inmaculadas pudieran mantenerse, tocadas por la sola caricia de los elementos. Si existía belleza en algún lugar, su mira era permanecer sin mira".
miércoles, 8 de febrero de 2006
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